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Lacy Duarte

· septiembre 26, 2016 · Arte , Escultura , Pintura ·

1er. Bienal de Educación Artística en Maldonado.

El martes, 18 de setiembre de 2012 en el Teatro de la Casa de la Cultura nos reunimos con la artista, dos maestros y un montón de invitados, a pesar de la lluvia intensa, pertinaz, obstinada y fría. Aunque esto sucedía en la ciudad, en el teatro la atmósfera fue cálida, distendida y sin estridencias. Habíamos pautado con Lacy y Olver Alfaro qué preguntaríamos. Como suele suceder se cumplió con lo programado y el público también pudo participar. Olver Alfaro: Es un gusto compartir esta charla. Hacemos este abordaje desde lo intimista. Yo no soy especialista en Artes Plásticas. Y debo advertir que nos resulta difícil disimular las trazas subjetivas de los juicios y aseveraciones que aquí formularemos. Muchas son las cosas que nos son comunes. Ambos somos docentes. Ambos nacimos en el campo y allí comenzó nuestra educación formal, para transitar luego a la ciudad interiorana, más tarde a Montevideo y luego al extranjero por doble motivo de superación y represión dada la situación del país. Ambos hoy, habitamos en la penumbra de dos subculturas profundas -la rural y la urbana- que nos sustentan radicalmente. Ambos venimos de las localidades de Mataojo. Lacy desde su Mataojo de Salto, alimentada por la sombra y el fruto agraz y rojo del frondoso mataojo colorado. Yo, por ancestros paternos, vengo del Mataojo de Maldonado, sostenido desde las riberas de los riachuelos por el mataojo común que, dicho sea de paso, no da frutos. Pero dejemos los mataojos, que sigan allá, haciendo lagrimear otros ojos con su humo agreste para trasladarnos a este lugar, hoy, aquí. Yo lanzo un nombre para asociar la palabra de Lacy.

—Bretes.

Lacy —“Mi forma de expresión es lo visual. Bretes. Vengo del campo y los bretes es donde marcan, castran, señalan, domestican al animal. Hice una exposición que se llamó: “Las manos limpias” porque donde todo aquel que carnea, se ensucia las manos. Creo que todos en general por la cultura, por lo económico, por la sociedad, todos terminamos embretados, acorralados, vamos todos al matadero. Brete en general, algunos críticos interpretaron que la exposición era en defensa de la condición de la mujer. Yo creo que en algo sí, la mujer siempre estuvo en desventaja frente al hombre. Pero toda la humanidad ha sido siempre dominada por el Poder. Embretada la gente más humilde sobre todo por la falta de cultura, en realidad porque les falta todo.”

—Trampas.

“Es otra exposición. Comencé con los muñequitos y juguetes que nos hacía mi madre a mí y a mis diez hermanos. Vi las trampas que mis hermanos hacían para cazar y pensé en las trampas que nos tienden y nos tendemos nosotros mismos. Conjugación de asperezas y ternuras: panes. Los panes con formas de animalitos. Iguales a los que mi madre hacía en el campo para vender. […] También vienen de la Biblia:”repartir el pan” El pan que le falta a mucha gente. Del pan viene compartir: compañero.”

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—Las traperas.

Las traperas se usaban en el campo con la ropa usada, se cosía una prenda de otra, a veces lana cruda, nos servía para cubrirnos del frío.

—Venceduras.

Es una cultura muy del campo. Curanderas, vencedoras. Le puse venceduras por vencer. Vencer el dolor, vencer el desamor…

—Búhos Dice Alfaro: Cuando nos conocimos tú tenías una bandada de búhos. ¿Qué pasó con ellos?

—Hice mucha obra en monocopia. Con búhos y gallos. Sólo me queda uno. En algunos lugares el búho es de mal agüero, en otros de buena suerte, son las ambivalencias de la vida, incluso en el lenguaje.

—¿Qué proyectos quisieras materializar en los tiempos por venir?

—Muy difícil. Estoy haciendo grabados de ropas viejas para ver si cierro el ciclo de las traperas. En este momento estoy desestimulada. Los sueños que tenía no se han realizado. Espero para ver por dónde salir. El arte te ayuda a abrirte de la existencia tan áspera. Sigo haciendo cosas cuando tengo ganas. Me sirve mucho la literatura, me nutre. En este momento leo más de lo que pinto.

Alfaro: —El fruto agraz, dulzón y silvestre del mataojo colorado será vuestra recompensa para que sigas creando y nosotros abrevando en esas sensibilidades.

La obra de Lacy puede apreciarse, valorarse desde diferentes perspectivas. No ha abandonado ninguna técnica: tallado en madera, lo textil, el dibujo, el óleo, el acrílico, las instalaciones que incluyen, como toda obra, al espectador y lo transforma en un participante. Según María Simon, la obra de Lacy “es una profunda toma de posición ética hacia la justicia, hacia los desposeídos o las víctimas… hay muchas maneras de ser desposeído, desaparecido, confundido, embretado…” A través de esta charla descubriremos todo esto.

Lilia Muniz —Ese coraje que tuviste a los 15 años (61 años atrás), para alejarte del campo, y que te llevó al Taller de José Cziffery, cómo crees apareció en tu vida?

En la Escuela y en casa yo era una niña muy tímida; me hacían llorar, parecía la boba de la familia. Yo he pensado muchas veces por qué me fui. Si bien mi familia era pobre, había paz, pero yo no me sentía cómoda. Estuve enferma y no me llevaron a la ciudad. Luego yo decía que me dolían los dientes, era el pretexto de mi llanto. Al final me mandaron a la ciudad, al dentista. En el hospital conocí a una muchacha de Pueblo Quintana, que estudiaba y me entusiasmó. Quise hacer algo. Mi padre araba y yo iba detrás de él juntando macachines. Si lavaba quería ser la mejor lavandera, si hacía pan, mis panes tenían que ser los mejores. Cuando le dije a mi padre que me quería ir a estudiar, me dijo que no tenía nada para ayudarme, pero si me quería ir, podía hacerlo. El era un hombre brasileño que se vino al Uruguay sin identidad (se quemó la iglesia donde lo habían anotado) Nunca sacó ningún documento. Era un hombre que no existió. Fui primero a la casa de un tío. Y allí en Salto di un concurso con 4to. De Escuela Rural, en el liceo nocturno y lo salvé. Alquilé una habitación y descubrí el Taller Figari. Junto a la muchacha que antes había conocido. En el Taller encontré un grupo humano que me contuvo. Seguí el Liceo. Después vinieron mis tías. Me casé, tuve hijos. Y a partir de ahí la pintura pasó a segundo lugar. Luego nos vinimos a Aiguá siendo docentes de Secundaria y a San Carlos, donde vivimos años. Tanto que me considero más carolina que salteña.

—El hecho de pasar a caballo con tu hermano por debajo del arcoíris, lo sientes como un ritual mágico que te permitía escapar de las labores pesadas del campo.? Esa magia te acompaña aún hoy en momentos difíciles de tu vida?

Decían que si pasaba por debajo del arcoíris me transformaba en hombre. Y yo quería hacer otras cosas, no tener que trabajar tanto. Esos rituales, como pedirle a la luna llena que se cumplieran los deseos más fuertes que tuvieras eran muy comunes para nosotros.

—Después de Salto tu vida se vuelve un abanico de posibilidades: Montevideo, Buenos Aires, Porto Alegre…

Se fue dando poco a poco. Desde San Carlos tuvimos que irnos a Brasil al ser destituidos en la dictadura. En Porto Alegre trabajé con una tapicista. Me tenía de tejedora nomás. Esto me recuerda una entrevista que oí el otro día a un entrenador de deportistas de elite. Le preguntaban qué era más importante para el deportista: luchar por la medalla de oro o crecer él. El profesor le contesta, si el deportista empieza a entrenar pensando en la medalla, nunca va a llegar a ella. Si el deportista empieza a entrenar para ir superando su propia marca, ese puede llegar. En arte también, uno hace las obras sin pensar ni en los premios, ni en los críticos, ni en las galerías… Te llenas la vida empleando un tiempo interno tuyo. Cada vez que enfrento una tela sale todo lo del inconsciente o por lo menos parte.

—La serie “Rituales, mitos, espejos y mentiras” habla de tu crítica a los convencionalismos y a temas de género?

Habla también, además del derecho de la mujer, pero de los hombres dirigentes. Uno piensa este hombre con esa cabeza tan cuadrada qué mundo va a transformar.

—El arte desde lo pobre, que no es arte pobre, recorre tu obra en una introspección personal única.

Hay una narración de Ernesto Vila que cuenta que un preso con una miga de pan hizo una obra muy buena. Depende de las circunstancias. Hay artistas que se dedicaron a hacer arte pobre pero con todos los materiales a disposición.

—Fuiste invitada a muchas exposiciones internacionales, nacionales, bienales, trienales…

Primero fue en La Habana, (Cuba), luego en Cuenca (Ecuador). Fui invitada a un Concurso que organizaban los críticos de arte en Alemania. Trabajé con una Galería de San Diego (EEUU). Luego en Puerto Rico. En todos estos casos usé los más variados materiales, el óleo, la tierra, plumas, jugos vegetales…

—A lo largo de tu historia visual vas dejando trazas de identidad no sólo tuyas sino del país, lo sientes así?

Sí lo del campo es desde mis entrañas. Expresionismo abstracto.

—En “Memorias del polvo” marcas fechas que son dolorosamente sentidas: 1492, 1831, 1973…

Son fechas de exterminio. En la Instalación había cientos de pancitos que eran figuras humanas, tapadas con un tul. Un espectador que los vio dijo: ¡Ay! Esto no lo miro porque parecen muertos.

—¿Qué sentiste al recibir el Premio Figari?

Me sorprendió mucho y a muchos. También en el mundo del arte hay “manejos”. El mercado corrompe. Los grupos manejan.

—Y la invitación a Venecia?

Para mí este sí fue un premio. Ir a la Bienal de Venecia. Llevé las traperas. Fueron días maravillosos. Venecia es mágica.

—Y la invitación a China?

Los chinos me enviaron papeles, inmensa cantidad de papeles. Yo hice traperas con ellos. Recortaba la prenda y las cosía. Les encantó.

La hora indicada para finalizar había pasado hace rato. La gente preguntaba. Pasamos a la exposición que se mantuvo como muestra excepcional dentro de las que se desarrollaron en la Bienal.

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51º BIENAL DE VENECIA

Una apertura al primer mundo para nuestros artistas plásticos. Lacy Duarte representante de Uruguay en este 2005.Cuando llegó el momento del envío a la Bienal, la Comisión de selección (Jorge Abbondanza, Arq. Olga Larnaudie, Prof. Alicia Haber y el Arq. Gabriel Peluffo), propuso el nombre de Lacy Duarte para que nos representara en el pabellón que Uruguay tiene en Venecia. Las dificultades surgen de inmediato: falta de dinero para el envío de las obras, pasajes, estadía, catálogo, etc. Pero los uruguayos somos creativos, no hay duda, así surgió un catálogo espléndido que documenta la vida y la obra de esta gran artista. Territorio/territorios, alude al campo, a través de “las traperas” (frazadas hechas de pedazos de ropa en el medio rural), las muñecas, los panes, los caballitos de madera, las trampas, los bretes… Y sobre todo lo que tiene que ver con la infancia de esta artista, que vivió la pobreza del campo. Por eso las traperas hacen al abrigo; los panes con forma de juguetes que su madre le hacía, refieren al alimento básico y las cajas y muñecas recurren a las curaciones y alivios del cuerpo y el alma, tan comunes aún hoy en nuestra campaña. Los materiales que Lacy trabaja son los primordiales: la tierra, el barro, el papel, la harina, la lana, nos hablan de lo ancestralmente femenino. “Lo curioso es que hemos visto manejar los mismos materiales, y no es el material, sino la mano. Y la mano de Lacy Duarte ha visto muchas cosas, ha pasado por muchas pruebas, es una mano de mujer que con pobres materiales eleva y transporta, abre la imaginación a propuestas insólitas, estimula nuevos campos para las sensaciones.” Dice Amalia Polleri.

—Y Lacy explica:

“Hay una constante de cárceles en mis trabajos, más duras y difíciles de romper que los barrotes, impuestas con la manipulación sistemática de la cultura, con el cierre de fronteras para la libre expresión, con el embretamiento económico, que van ganando espacio en el interior del hombre y terminan maniatando la libertad de hacer y también la libertad de ser.”

—Por eso aclara: “No es arte pobre.

Es desde lo pobre.”

Cuando llegó a Venecia se encontró que un italiano casado con una uruguaya ya había arreglado todo el stand, menos el techo. Cuando pensaban que se iban a encontrar con un lugar absolutamente abandonado.“ La Bienal de Venecia para los venecianos es algo turístico”, no van a la Bienal. Estuvo veintitrés días en esa maravilla de ciudad. Donde llegan artistas de todo el mundo y turistas para apreciar el arte en un escenario especial. Cuando comienza a armar el pabellón para la muestra, se encuentra con necesidades que en Europa cuestan muchos euros. Pero lo resuelven (digo en plural ya que además de Lacy estaban las curadoras Alicia Haber y Olga Larnaudie). Ejemplo de ello es el momento en que necesitan un relleno para las traperas. Van a un parque, allí los jardineros estaban recogiendo hojas de los árboles. Lacy se las pide y el relleno está resuelto. Unos uruguayos que viven cerca de Venecia preparan la inauguración de la instalación. Se realizó el día 8 de junio, a partir del 10 se abrió al público.

Este esfuerzo, que no es difícil de entender para nosotros, muestra las dificultades con las que se encuentran nuestros artistas para que se “vea” su arte y se reconozca a nivel mundial. Debo agregar que por primera vez en los 110 años de historia de la Bienal de Venecia, la dirección artística de la exposición internacional es compartida por dos personas, y que por primera vez también, a cargo de manos femeninas. Dos españolas: María del Corral y Rosa Martínez. También como se desprende de mi relato, las uruguayas que nos representaron fueron mujeres.

El pabellón uruguayo está en la zona del Arsenal, donde exponían 49 artistas, el resto de la muestra se disemina por toda Veneciacon otros 42 expositores. Para alegría y orgullo de nuestro departamento, Lacy regresa de estos éxitos y sigue paseando por la arena de las playas del balneario Buenos Aires, donde ha construido su refugio, entre un monte bastante agreste, quizá similar al de sus recuerdos de infancia.